Peer Gynt, la fábula de un pícaro escandinavo



La sinfonía Peer Gynt de Grieg es una de las obras fundamentales que me han acompañado desde la adolescencia y forman parte de mi biografía sentimental.

Por fin he tenido la oportunidad de ver escenificada la obra homónima del noruego Ibsen que inspiró aquella música (Peer Gynt) gracias a la fascinante actuación de Ana Garcés y Rubén Gracia  (de la compañía aragonesa Teatro Los Navegantes) en la Sala Guirigai el pasado 31 de octubre, formando parte de un público resistente a fiestas importadas para agendas imprecisas, un puñado de buenos amigos entre los que estaban los chicos de La Oveja Negra Teatro y el poeta  José Manuel Martín Portales. Nuestra cálida intimidad comunitaria favoreció la magia de la escena.

La obra discurrió muy ágil de acuerdo a las estampas musicales de Grieg creando el clima legendario de esta obra de Henrik Ibsen (la única obra fantástica en todo su repertorio) que fascinó a todos.

Teatro Los Navegantes en su dúo actoral montó una obra de acertados recursos escénicos que acompañaban siempre con sutiles metáforas el sentido de la acción, reforzada con una escenografía esencial sobre la que se desarrollaba un lenguaje híbrido con especial importancia de la luminotecnia.


El dramaturgo y co-director de Guirigai Agustín Iglesias   me presentó tras la función a  Ana Garcés y Rubén Gracia, con quienes tuve el placer de comentar su obra y darles mi enhorabuena porque supieron transmitir con total intensidad el lirismo del Peer Gynt en su actuación llena de delicadeza y ternura. 

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