La ciclogénesis y el vendaval romántico




Podemos sentir (poniéndole imaginación) aquello de la blanca navidad, aunque sea difícil ver caer la nieve por estos lares, y otros motivos navideños asociados al mundo anglosajón. También puede ser dulce pasar una navidad ante la amorosa chimenea escuchando ulular el viento y la lluvia tras los cristales, imaginando el temporal que azota las calles. 

Lo dificil va a ser encontrar epítetos apropiados a la ciclogénesis que estos días ha recorrido España, palabreja que designa un accidente climatológico popularmente conocido como tempestad.

¿Se ha pretendido crear estado de alarma ante el desconcierto conceptual del término o es sólo para motivar nuestra cansada atención?.

Sea como sea, anunciar que en diciembre habrá ciclogénesis me parece una verdad de Perogrullo para la que no hace falta estudiar. Lo peor no es ya que sea tan previsible de asustar, no. Lo peor es que  ciclogénesis es expresión anodina e insípida carente de todo estado emocional.

La ciclogénesis crea la realidad empobrecida en la que nos encontramos. Una realidad pedestre carente de ilusiones y desamparada de todo.

Si se nos informara, en cambio, recurriendo a la furiosa tempestad de los pasajes románticos, nos infundiría brío y poesía con que afrontar la vida. Todo el mundo se sentiría jubiloso mostrando al frente (aguerrido a la par que socarrón) su revuelta cabellera como orgullosa bandera ondeando al viento.        




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