Hay un reconfortante augurio como aroma de pan recién horneado en esta ciudad que avasalla al río encauzando su recorrido por discretos canales de enmohecidos palacios, esquivos en su pétrea angularidad véneta.
Va declinando la tarde Padova en la advocación de San Antonio con su templo grandilocuente, rotundo de esculturas y capillas que ofrecen una perspectiva equilibrada y solemne en su simetría. San Lucas en su monumental sepulcro legitima la beatitud tranquila de las plazas que lentamente se van inundando de niebla espesa asombrando los altos ventanales.
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