Ferrara, magnánimo señorío


Envuelto en la niebla transcurre la mañana provinciana recorriendo la espesa fortaleza estense cuyo señorío fue plaza de artistas diversos. El poderoso señor del Est no tiene parangón en todo el confín de la Padania. Todas sus obras colosales como el Duomo de la ciudad, tienen el sabor de un risueño renacimiento. Sus salones, iluminados con frescos de aire greco-latino, reúnen los más mesurados caballeros del norte italiano, cantan los trovadores más inspirados y acuden frágiles damas al calor de las fiestas diarias, nunca mayores banquetes se vieron en toda Europa como en su mesa.


Sus casas de recreo esparcidas por los arrabales de Ferrara son reflejo de su exquisita elegancia de la que cuidan pintores y artesanos. Solo un terremoto, castigo divino de su arrogancia, hizo estremecer su semblante renacentista.

Nada escapa a la tutela de este inmenso señor, empadronándose de vidas y almas en su condado, guárdenos los dioses de su descomunal ira y de sus atroces calabozos por siempre.

 

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