Concretando la navidad con Fernando Millán en Sevilla

El poeta experimental más lúcido de su generación, miembro fundador del grupo N.O. en 1968 saludado por el crítico Antonio Bouza como enciclopedia viviente de la vanguardia en España, sigue siendo hoy un intrépido promotor del arte contemporáneo.
La última vez que nos encontramos fue hace diez años junto a Pablo del Barco y Antonio Gómez en Don Benito con motivo de la inauguración de la exposición de poesía visual La Palabra imaginada y desde entonces ha girado tanto el mundo que da vértigo.

Retirado desde hace unos años en su molino de Jaén al modo de un renacentista desencantado del mundanal ruido, no es fácil dar con él, y de hecho él ha sido quien me ha honrado con su llamada para vernos en Sevilla y disfrutar de nuestra ya antigua amistad.



Fue en la tarde porvenirista y difusa del enero navideño junto a su novia María, qué sorpresa encontrarla de nuevo tan cordial como siempre. Desde que la conocí en el mercadillo de los domingos de la Plaza de Bellas Artes de esta ciudad en el 2001 vendiendo fanzines y plaquettes de poesía experimental (tiempos de bohemia para ambos) ha ido creciendo su activismo en el arte de acción y manifestaciones afines (última actuación en el Musac de León hace unos pocos meses).

Fernando Millán tiene en cartera la publicación de un tratado sobre arte que la editora de los libros del innombrable de Zaragoza le publicará próximamente. Es sólo una línea de su apretada agenda. Ahora está el proyecto del museo en el Patio Herreriano de Valladolid, allí contactará con el buen amigo y poeta Eduardo Fraile. Y luego una antología de arte al alimón con su hija Blanca Millán, María y él. Y luego tantas y tantas ideas en cascada.

Hablando de los fundamentos de la poesía experimental, hemos convenido en que se encuentra muy castigada por el diletantismo de tantos creadores y la poca coherencia en la trayectoria de muchos de ellos. Recuerdo que en una entrevista que realicé en el 2005 a Francisco Peralto, el poeta malagueño se lamentaba también de este afán de protagonismo de muchos escribidores que al hilo de la moda se unen al espectáculo para figurar. Pero siempre hubo junto a los convencidos los temporeros de la cultura que al fin y a la postre acaban consolidando la labor de los artistas sólidos, como es el caso de Fernando y como lo demuestra la segunda edición de su antología La escritura en libertad en el año 2005, libro de culto para investigadores del género, volumen que estaba agotado ya poco tiempo después de su aparición en 1975.

Significativamente hemos coincidido en observar la irrupción de lo que él llama iconopoesía y yo denomino poesía icónica, una poesía visual bajo la que persiste la noción de discurso pero manifestado sin presencia de elementos alfabéticos o verbales de cualquier signo. Hemos recordado a Eugen Gomringer y su concretismo, exportado a Brasil a través de la nueva arquitectura de la Bauhaus en la figura de Niemeyer, el arquitecto que diseñó Brasilia, un espíriritu estructuralista que recogió el grupo Noigandres, en el cual estaba el enigmático profesor y poeta Decio Pignatari a quien Fernando entrevistó para su revista Metaphora…



Hombre de fronteras, Fernando Millán es básicamente andaluz. No se advierte en su hablar fluctuante y consonántico pero sí en ese espíritu fraterno y dicharachero tan especial que derrama y del que ya dio muestra un día hace diez años ante aquel estudiantillo de filología en su estudio de Colmenar Viejo. Desde aquel día aquel estudiante que fui  yo se ha convertido en una persona consagrada al mundo del arte desde el propio trabajo de profesor, gracias al ejemplo no ya de su atinada obra sino de su admirable bonhomía.

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