Las ermitas del vino

Cual recoletas ermitas del vino, severas en su sobriedad se muestran risueños como gorriones de barrio los chigres de Asturias, modestos enclaves tabernarios que ponen su contrapunto al aire mondaine y sofisticado de las ciudades asturianas. Pasado su período de esplendor, los chigres representan secuelas de una estética deslucida que sobrevive tenaz a la huella de diseñadores. Ajados y oscuros, cubiertos del aire de conversaciones desvaídas como el orbayo que dulcemente les asedia, se ofrecen humildes al encuentro del paisano que con el fervor de un extraño culto pagano siempre las visita.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Oviedo tiene magia.
Cuando me vine a vivir a esta ciudad, el mar me seguía a todas partes, y me sentía encerrada. Pero la vida tiene contrariedades, y una de ellas fué la que me hizo sentirme a gusto cada vez que dejo el mar, que tanto añoro, y piso suelo sin sal, en donde todo me es conocido, piso sus calles y se dejan cautivar por el embrujo recíproco; ella, esta ciudad, y yo, que sólo estoy de paso, y algo de este entorno ya es parte de mi.
Aquí siento la vida, y todo es más dulce.