Domingo errabundo en Romiño



Enclave ideal para respirar aire montañés, cercana a Cangas de Onís se encuentra esta recoleta aldea cuya población aumenta los fines de semana con la visita de Paloma y su hijo Alexander que se retiran a descansar de la tirante vida en la urbe.
Este fin de semana nos han invitado a Natalia y a mí a compartir el domingo con ellos. Paloma ha cocinado para nosotros un arroz con marisco delicioso, y de postre, una compota con castañas asadas recogidas por Alexander en el fértil terreno por el que hemos paseado luego durante la sobremesa a lo largo de la ribera del Sella, en un punto cercano al manantial de la Fuensanta, discurriendo por la senda tapizada de ocres con que el otoño apunta, escuchando los sonidos del arroyo y la palpitación de los trasgos entre los arbustos, para los que hemos dejado Alexander y yo la ofrenda de algunas castañas y un severo cayado de roble.


Hemos coronado la tarde en la costa, de vuelta del mirador del Fito en la que la espesa niebla en que se hallaba no nos ha permitido contemplar absolutamente nada que no fuera el orvallo que mansamente gravitaba ante nosotros y que con su muda letanía nos acompañó hasta el ocaso.

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