La ciencia ficción, según Isaac Asimov, explora las relaciones sociales en un tiempo futuro, de modo que dichas relaciones están supeditadas a la complejidad alcanzada por la mente humana. Sin embargo, hay casos en que la ciencia-ficción tiene una encantadora ingenuidad, un regusto de hipotético anacronismo para el lector contemporáneo. Este es el caso de Ray Bradbury y dos de sus novelas: Farenheit 451 y Crónicas marcianas.
Sin embargo, lo impresionante del caso es que la ilusión del futuro la consigue a través de las situaciones y el drama existencial de sus personajes, algo puramente conceptual, rara vez descriptivo.
En la primera novela, Farenheit 451, un bombero integrado en el comité político de un poder omnímodo que prohibe y condena toda lectura, llega a traicionar su propio código profesional para rescatar su dignidad de persona. Crónicas marcianas es un volumen de cuentos independientes sobre el hilo de la colonización terrícola en Marte, y su progresiva degradación a causa de la miseria de los hombres. Un libro bellísimo de variados tonos, lleno de grandeza poética que revela la soledad del hombre, el drama de la vida en su complejidad existencial. Inolvidable.
Sin embargo, lo impresionante del caso es que la ilusión del futuro la consigue a través de las situaciones y el drama existencial de sus personajes, algo puramente conceptual, rara vez descriptivo.
En la primera novela, Farenheit 451, un bombero integrado en el comité político de un poder omnímodo que prohibe y condena toda lectura, llega a traicionar su propio código profesional para rescatar su dignidad de persona. Crónicas marcianas es un volumen de cuentos independientes sobre el hilo de la colonización terrícola en Marte, y su progresiva degradación a causa de la miseria de los hombres. Un libro bellísimo de variados tonos, lleno de grandeza poética que revela la soledad del hombre, el drama de la vida en su complejidad existencial. Inolvidable.
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